domingo, 18 de abril de 2010

Mella'o, Asusta'o y Pela'o

Tengo que admitir que la idea de sentarme en en la silla del dentista me crea ansiedad por muchas razones:

Físicas:

Un dolor de muelas, de dientes, de encias o de lo que fuera dentro de la boca es desesperante. ¿A quién no le ha dado un dolor de muelas? Más cuando usted está saboreando una exquisita comida y de momento: ¡acángana! le tocó el nervio o meramente mordió en la muela rota o en el diente flojo.

Se acabó la comida y usted se retira disimuladamente al baño a enjuagarse la boca y a pasar el dolor. A usted que no le gusta el alcohol, pide un "strike" de ron, de wiskie, de pitorro o aguardiente para adormecer el área.

Uno se desespera , agarra el carro y llega a la farmacia más cercana porque para colmo, no sé usted, pero los dolores aprietan de noche y/o los fines de semana. Usted compra de todo lo que ve y le recomiendan con tal de aliviarse el dolor.

El dolor es "heavy" y usted no quiere que le hablen, lo mimen y menos que lo toquen. El remedio santo es que a usted le dé sueño y se acueste a dormir...

En la silla del dentista el dolor se combina con otros sentimientos.

Mentales:

La silla del dentista a mí me pone a temblar. Cuando yo me criaba el primer dentista era papá y su asistente mamá. Cuando un diente se aflojaba, papi sacaba su pañuelo y te llamaba para "chequearte" el susodicho diente. Te tanteaba los dientes hasta llegar al flojo y lo agarraba con tal maestria que no lo soltaba hasta tenerlo fuera. De alli al baño a enjuagarse la boca y la receta "post-parto" era agua con sal. No existia el ratoncito ni mucho menos su pariente americano el "tooth farie". No habia recompensa económica por la valentia infantil.

Cuando crecí y se complicaban los asuntos dentales, la alternativa era la Unidad de Salud Pública. Allí eras uno más en un montón que esperaban por la asistencia gratuita. No había plan médico, ni medicaid ni tarjeta de salud.

Para empezar el sitio era deprimente, apestoso y la silla del dentista era tan vieja que parecería que la trajeron los americanos cuando se metieron en la isla en el 1898. Gratuito al fin, uno no tenía mas remedio que someterse a la tortura griega. Muchas veces fuí y no habia anestesia, era a pulmón.

De todas las experiencias traumáticas, recuerdo una en la que tendría como nueve años. Me acuerdo del dentista: gordo, una bata blanca, digo, crema y sucia. Era bajito, no se había afeitado en varios dias y le apestaba la boca. Recuerdo a aquel señor acercarse poco a poco con sus instrumentos y ordenarme abrir la boca. Con un palito de metal iba golpeando uno a uno los dientes hasta golpear el afectado. Uno brincaba del dolor y no había que decir nada. No habían placas ni rayos X, que yo recuerde, era tanteando el asunto.

El dentista prácticamente se te trepaba encima y comenzaba a halar. Con cada halón, uno se convertía en astronauta y veía "estrellitas y duendes". En esa ocasián haló tantas veces y de tantos lados que yo recuerdo desmayarme. Tras muchos intentos, él se bajo de encima de mí proclamando victoria. Se echó una carcajada, me enseñó el difunto, me puso una gaza en el hueco y gritó-"que pase el próximo".

Por varios dias fue a juguitos y sopitas, pero el dolor no se iba... Pasaron tres, cuatro días y el dolor todavía estaba allí. Mi cara estaba desfigurada y no podía ni tan siquiera hablar. Me parecía a Kiko el del Chavo del Ocho.

Nuevamente mi madre preocupada me llevó nuevamente a la Unidad de Salud Pública. El dentista ni se acordaba de mí y su reacción fué la de: _¿qué le pasa a este cachetón?

A duras penas podía abrir la boca, pero eso no fue problema para él porque luego de poner su rodilla sobre mi estómago metió sus dedos en mi boca, empezó a "jurgar" y dió con la razón de mi dolencia: -"se quedó un pedazo de muela y está infectado"-. Recuerdo que me inyectaron algo que me adormeció y me entregué a él, quien despues de un tiempo bregando logró sacar el pedazo que dejó olvidado.

¿Cree usted que volví al dentista despues de esa experiencia? Me convertí en experto de los remedios caseros y aprendí a comer del lado que no me dolía.

Pasaron muchos años para decidirme a volver a sentarme en aquella silla. ¡Si soy un cobarde!...

Ahora:

Tengo que admitir que la oficina del dentista ha ido cambiando muchísimo desde aquellos tiempos. Sabiendo de lo traumático que para muchos de nosotros resulta la experiencia, las sillas son lujosas y comodísimas. El ambiente es de relajación, los colores invitan a la reflexión. El dentista no es gordo y apestoso. Hay ahora un grupo de asistentes dentales que parecen modelos de televisión.

El equipo técnico que tienen mejora cada año. Te bregan en la boca, te hacen una extracción y no sientes nada.

Pero todo este avance vale un montón y hay que pagarlo.

La cosa ahora no es el dolor ni el trauma, es la deuda. Arreglarse la boca es casi como hacerse una cirugía estética. Los planes médicos pagan una porquería pero hay que tenerlos.
Luego de varias terapias profundas, me decidí a volver a tratar de arreglarme la boca. Como les dije el trauma pasó a ser una pesadilla del pasado y los dolores, comprobé que son llevaderos.
Pero desgraciadamente algo más me alejaría de arreglar algo que sé que tengo que arreglar por mi salud y mi apariencia: ¡Don dinero!

Estoy hablando de Estados Unidos. Aquí los dentistas son caros. Son como cuando usted se aprovecha de un fin de semana gratis en un complejo de esos llamados "Time Share". La pasa de maravilla y generalmente el último día lo llaman para la presentación de ventas. Le dijeron que no había ninguna obligación, pero el "preseo" es tan y tan agresivo que muchos, pero muchos caen con tal de quitarse al vendedor de encima.
Con el dentista es casi lo mismo. Te hacen tremendo examen, te ponen en unas máquinas muy modernas y luego, ¡Juáqueta! te coge la niña más bella de la oficina a explicarte lo que el dentista recomienda que hay que hacer para tener la sonrisa perfecta.
Mi amigo, estamos hablando de miles y miles de dolores, digo dólares. A mi doñita le cotizaron su trabajo en sobre cuatro mil dólares y el mío sobre el doble de eso. -"Pero no se preocupe, usted puede solicitar esta tarjeta de crédito y puede hacer cómodos plazos mensuales a sólo un 18.9% de interés anual computado mensualmente-" me dijo la bella asistente.
Mi trauma volvió y ahora es peor...
Le voy a coger la palabra a mi sobrino Robertito el dentista y me voy par de semanas pa' Arecibo Puerto Rico a arreglarme la boca con él. Aquí no se puede bregar con el asunto.

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